con C de cambio.

Hace ya algo más de una semana que llegué, de nuevo, a Praga. Este año me esperan clases de español, clases de conversación en inglés y muchos talleres y actividades de tiempo libre.

Recuerdo las sensaciones que tenía hace un año, cuándo todo en esta ciudad era nuevo para mi. Horarios de autobús exactos, tranvías, carteles llamativos en todas las tiendas, parques immensos… Ya supe entonces que aquí pasaría buenos momentos. Y si, pasé cientos de miles de momentos precisos, agradables e inolvidables pero también hubo de otros no tan dulces.

Siempre he tenido una cierta batalla con mi aspecto físico. Un acné muy rebelde, un pelo encrespado que odiaba y un cuerpo demasiado ancho para mi gusto me acompañaron durante toda mi adolescencia. Hubo mucho tiempo en que no le daba importancia a lo que comía y como lo comía y mis comidas favoritas solían ser todas aquellas que llevaban alguna salsa para mojar pan acompañadas de un buen postre como, por ejemplo, flan con nata. Esto no era cada día pero si era demasiado habitual.

Un día decidí pararlo, y fue después de pesarme y ver que la balanza marcaba 65 kg. Eso no me gustó nada. Quizás penséis que tampoco era para alarmarse pero con mi 1,60 m de altura sabía que no era del todo saludable y que podía verme mejor. A partir de ese momento empecé a informarme, a saber que debía comer, cuándo y cómo. No fue ninguna dieta, no fue ninguna restricción, simplemente fue un cambio. No fue una bajada de peso brusca sino que poco a poco, mejorando mi dieta y haciendo deporte, fui llegando hasta mi peso actual, 52 kg. El cambio fue hace unos cuatro años y llevo manteniendo este peso unos tres, kilo arriba kilo abajo.

Cuándo me vine el año pasado a Praga supe que esto no cambiaría y que mi pasión por la cocina saludable se mantendría, igual que mi disciplina en el deporte. En lo primero me mantengo y si algo le debo a República Checa es haberme convertido casi en vegetariana desde que estoy aquí. Lo segundo, en cambio, lo fui dejando para mañana, pasado, el otro, el mes que viene, Año Nuevo, Semana Santa… hasta que ha pasado un año. El tiempo aquí no acompaña tanto como en Barcelona y en invierno con la nieve y haciéndose de noche a las cuatro de la tarde lo que más le apetece a uno es irse a casa. Además, siendo todo nuevo para mi, cada hueco o día libre lo aprovechaba para hacer de guiri o irme de viaje a descubrir rincones nuevos. Y, encima, las tarifas de gimnasios aquí estan hechas de manera que pagas cada vez que quieres ir al gimnasio y un extra por asistir a spinning o clases dirigidas. Es decir, no saben que es esto de una cuota mensual que te incluya todo.

Empecé muchas rutinas en casa pero no acabé ninguna. Quise empezar muchos nuevos propósitos que jamás tuvieron comienzo. Y entonces me decepcioné. Me decepcioné con mi cuerpo y conmigo misma a nivel general. Empecé a no gustarme, a privarme de ciertas cosas, a criticarme y a infravalorarme. A pensar que no era capaz de hacer nada, que no era luchadora, ni valiente, ni fuerte. Un sentimiento de tristeza y decepción se apoderaba de mi día si y día también hasta que supe que no podía continuar así porque estaba entrando en un bucle del que me costaría salir si no lo remediaba de inmediato. Estaba renunciando a ser feliz solo por creer, en resumidas cuentas, que tengo un cuerpo del que debo avergonzarme.
Escribo esto ahora y os juro que me daría de ostias. De hecho lo escribo para ser consciente que debo parar esta autoexigencia y decepción conmigo misma.

Basta pensar que no soy capaz de nada porque estoy siendo capaz de mucho desde hace un año. Basta de pensar que no soy luchadora porque puse todo mi empeño en poder venir aquí. Basta de pensar que no soy valiente ni fuerte porque tuve el valor de salir de mi zona de confort y dejar mi acomodada vida en Barcelona para venirme a vivir a un país nuevo yo sola. Porque si de verdad fuera débil y poco ambiciosa, nada de lo que he conseguido hasta hoy existiría. Y basta de pensar que no tengo un cuerpo bonito, porque este es un cuerpo sano y joven al que le quedan por vivir muchas cosas y al que voy a cuidar lo mejor que pueda porque, al fin y al cabo, es lo único que siempre voy a tener conmigo.